Podríamos concluir a que lo característico en español es su vocación por sentir la vida dramáticamente, con esta pregunta en la mente, a interrogar a los grandes escritos de la España de todas épocas: a Jorge Manrique o a Fray Luis Leon, a calderón, a Rivera, a Valdés leal o a Goya. Enterrada el sentido que llevan dentro de la elegía la muerte del maestre, la noche serena, el condenado por desconfiado hoy la vida es sueño, y mártires deberes como sus olas carroñaz de los jeroglíficos valdesianos. Ese drama es el destino del hombre; el del hombre concreto, de carne y hueso, sujeto del supremo objeto de toda filosofía, según la definición de Unamuno de un libro que es la más cálida y desbordante prueba de que esta línea de los grandes espíritus españoles puede seguirse hasta el siglo XX por esta razón el cristianismo, y no una versión cualquiera, sino en su sentido católico, y aún más en el ardiente catolicismo de la contrarreforma, han servido los españoles para expresar del modo más alto y ejemplar ese sentimiento trágico que es, sin duda una vocación nacional. En ese profundo sentido del drama del hombre en el hondo, esa ansiada eternidad y desalación, está enterada de la dignidad del hombre y de su responsabilidad ante el absoluto a la ten en la conciencia española y se evidencia en su literatura.
JORGE MANRIQUE