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Periodo Barroco

Definición e historia de la palabra barroco

Conviene recordar la historia e indicar las acepciones que damos actualmente a la palabra barroco, de uso tan frecuente hoy pero, sin embargo, imprecisa.

Si nos remitimos al primer diccionario de la lengua francesa que acogió el termino “baroque” (equivalente a “barroco” en castellano) – el de furetiere en 1690-, lo encontramos allí dotado de un sentido claro y definido:”es un termino que solo se aplica a las perlas que no son perfectamente redondas”.

Mucho se ha discutido después acerca del origen de la voz barroco; en el vocablo portugués barroco empleado para designar la perla irregular. Es el sentido que le otorgan los coloquios dos simples e drogas da india de garcia da orta (goa, 1563), col. 35, da margarita: “huns barrocos mal afeicoados e nao redondos, e com aguas mortas”. La palabra berrueco se introdujo en el lenguaje técnico castellano de la joyería hacia el segundo tercio del siglo XVI. En opinión de Covarrubias, autor del tesoro de la lengua castellana (1611), el vocablo barrueco se aplica a la perla irregular, y berrueco significa roca granítica y da nacimiento a “berrocal”, tierra áspera y llena de berruecos que son peñascales levantados en alto: y de allí entre las perolas ay unas mal proporcionadas y por la similitud las llamaron berruecos. Solo mas tarde intentando descubrir un origen mas científico y estableces una aproximación con la voz baroco, denominación de una figura de silogismo. Pero, en verdad, baroco no traduce ninguna irregularidad, imperfección o rareza en el modo del pensamiento. Admitese, en rigor, que a fin de ridiculizar los razonamientos harto formales de las universidades francesas, los extranjeros se divertían en determinada época tratando a sus doctores de baroco, de la misma manera que moliere se buscaba de los sabios en “us”, es decir de los que daban a sus nombres una forma latina con esa terminación. Sutilezas acaso. Si el primer sentido de la palabra fue el de perla irregular tal como lo reconocía furetiere, la derivación hacia el sentido figurado, dentro de una intención peyorativa, surgió en la obra de saint-simon. En sus memorias, aludiendo el año 1711, la empleo para definir una idea extraña y chocante: “el embrollo consistía en que esas plazas estaban destinadas a los obispos mas distinguidos y era muy barroco hacer al abate bignon sucesor del señor de tonnerre, obispo-conde de noyon”. El diccionario de la academia francesa, en cuya edición de 1718 habiese reconocido la palabra por primera vez, otorgándole exclusivamente el sentido indicado por furetiere, admitió asimismo a partir de 1740 el sentido figurado: “dícese también barroco (baroque) en sentido figurado con referencia a lo irregular, extravagante, desigual. Un espíritu barroco, una expresión barroca, una figura barroca.” La edición de 1762 retoma la misma definición.

La enciclopedia no acogió el término en su primera edición. Solo lo introdujo en el suplemento de 1776, aplicándolo a la música. La concisa definición esta suscripta con la letra S, vale decir por jean-jacques Rousseau: “barroco (baroque), en música; una música barroca es aquella cuya armonía es confusa, cargada de modulaciones y disonancias de entonación difícil y de movimiento formado”. Sigue una nota que no debe de ser obra de Rousseau sino de otra persona: “este termino tiene toda la apariencia de provenir del baroco de los lógicos”. Preciosa indicación para nosotros, por cuanto nos demuestra la forma en que se admitía sin discernimiento la etimología docta a mediados del siglo XVIII: esta habría de imponerse durante alrededor de doscientos años.

En Lëncyclopédie méthodique, obra reservada a la arquitectura y confiada al joven Quatremére de Quincy, se da, en 1788, una definición del barroco aplicada en esta oportunidad al arte de construir: “barroco (baroque), adjetivo. Lo barroco es en arquitectura un matiz de lo extravagante (bizarre).

Es si se quiere, el refinamiento (sie) o, si cabe decirlo, el abuso de la extravagancia. La severidad es a la moderación del gusto lo que lo barroco a lo extravagante, es decir, su superlativo. La idea de barroco arrastra consigo la del ridículo llevado al exceso. Borromini ha proporcionado los mas grandes modelos de extravagancia. Guarini puede ser considerado como el maestro del barroco. En Turín, la capilla del santo sudario, construida por este arquitecto, constituye el ejemplo mas neto que puede citarse de ese gusto.” El texto precedente fue reproducido, palabra por palabra, en el dictionnaire historique därchitecture, que Quatremére de Quincy publico en 1832. Pero, en el ínterin, el teórico italiano Francesco Milicia lo había hecho suyo en su Diccionario de las bellas artes (1°edicion,1797;2°ed., 1804: “barocco é il superlativo del bizarro, l¨ecceso del redicolo. Borromini diede indeliri, ma guarini, pozzi, maechione nella sagretia di san pietro, in barocco”. En otra obra, dell”arte di vedere (Venecia,1798), milizia emplea la palabra balocco con un sentido que barocco expresaría bastante bien: “Il legislatore, non permetterá che le belle arti vadano alla stravaganza, al buffonesco, al balocco…” pero la palabra balocco tiene, desde fines del siglo XVIII, un valor bien documentado de “grosero” y de “necio”. así el general pommereul, que tradujo a milizia en el año VI (1797) del calendario Republicano, tuvo sin duda razón al escribir: “El legislador no permitirá que las bellas artes se aficionen a la extravagancia, a lo bufonesco, a lo necio…” no se había producido probablemente una contaminación, sino una simple aproximación de asonancia.

La distinción que estableció quatremere de Quincy entre “baroque” y “bizarre” (barroco y extravagante) merece que retrocedamos un poco en el tiempo. Los muchos doctrinarios franceses del siglo XVII, partidarios del clasicismo, adversarios de aquellas maneras que se apartaban de este censores de los excesos de ingenio, de fantasía, de las libertades tomadas en cuanto al ideal y las reglas, jamás habían recurrido al equivalente de la palabra “barroco”  para designar y condenar lo que tan intensamente le disgustaba. Habíanles bastando otras: gotico, barbaro, “bizarre”. Retengamos “bizarre” o bigearre, que procede del español “bizarro” y significa extraño, pero cuya acepción previa a la de singularidad grotesca fue la de audancia maravillona. Blondel, interprete de la academia, reprochaba a borromini “las volutas al revés y mil otras bizarrias que corrompen la belleza de los edificios que ha constriudo, los cuales, excluyendo esto, son en su mayoría de una invesion y de una desposicion admisibles”.

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